Amante Renacido de J.R. Ward
Ella levantó los ojos y, cuando quedó frente a aquellos ojos de hielo, dijo: —Ciertamente tendréis que sacarme a rastras de aquí si queréis que me marche. El hermano frunció el ceño. —Nos traen a un peligroso… Un súbito gruñido pareció sorprender al macho. Qué estupidez, pensó N’adie, teniendo en cuenta que era él quien estaba haciendo ese... Pero no. No era él. Era ella. Ese gruñido de advertencia estaba saliendo de su propio pecho y brotaba de sus labios. Mejor, se dijo, y reafirmó con palabras lo que había indicado el gruñido. —Me quedaré aquí. ¿En qué sala lo van a curar? |