La casa de los espíritus de Isabel Allende
Al poco tiempo su apremiante necesidad era notoria, no se calmaba ni con inmersiones nocturnas en el río, ni con infusiones de canela, ni colocando piedra lumbre debajo del colchón, ni siquiera con los manipuleos vergonzantes que en el internado ponían locos a los muchachos, los dejaban ciegos y los sumían en la condenación eterna.
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