Dos de Irčne Némirovsky
Tenían los rostros cansados y demacrados por el placer, pero éste no los había envejecido ni afeado: nada altera el esplendor de la juventud.
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Dos de Irčne Némirovsky
Tenían los rostros cansados y demacrados por el placer, pero éste no los había envejecido ni afeado: nada altera el esplendor de la juventud.
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