Libro de las canciones de Heinrich Heine
Si supieran las pobres florecillas cuán vivo es mi dolor, me ofrecieran, piadosas y sencillas, su aroma bienhechor. Si supieran los tiernos ruiseñores cuán grande es mi pena, dieran algún alivio a mis dolores cantando sin cesar. Si supiesen los astros en el cielo cuán hondo es mi sufrir, dejaran, para darme algún consuelo, su alcázar de zafir. Pero no saben ¡ay! la pena mía estrella, ave ni flor: sábela sólo quien desdeña impía mi afán y mi dolor. |