Libro de las canciones de Heinrich Heine
Cuando dulces y tranquilas me contemplan tus pupilas, se disipa mi aflicción; cuando, sin miedos ni agravios, tus labios das a mis labios, curado está el corazón. Cuando la cabeza inclino en tu seno alabastrino, el cielo siento bajar; cuando tu labio sincero exclama: ¡Cuánto te quiero! rompo entonces a llorar. |