Gray Claudia
Giramos la esquina y allí, colocados en filas, estaban los condones. Empecé a apartar la vista, igual que hago siempre, porque esos paquetes siempre me habían dado algo de vergüenza. Así de pelele soy. Esta vez, sin embargo, me detuve. ―Tal vez deberíamos coger algunos. ―Dije. Quería que sonara femenino y cargado de confianza, pero me salió una voz chillona. ―Supongo. ―Lucas me miró durante largo rato, con dureza. ―Bianca, sabes que no hay prisa. Jugueteé con las puntas de mi pelo, que de repente se había convertido en algo fascinante. ―Ya lo sé. De verdad. Es sólo que... por si queremos... deberíamos tenerlos a mano. Sólo por si acaso. ¿Verdad? ―Sí. |