Yugoslavia, mi tierra de Goran Vojnovic
Todos ellos habían jurado fidelidad a sus muertos; por eso, nosotros, los vivos, no significábamos nada para ellos, éramos prescindibles. No fueron ellos los que perpetraron las matanzas, no. Fueron las tumbas de sus padres y de sus madres, de sus hermanos y de sus hermanas, las que autorizaron todo lo que ellos hicieron. Violaban. Quemaban casas. Degollaban. En nombre de esas tumbas, toda acción era una acción sagrada. Todo aquello tenía sentido.
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