Recuerdo a Venecia como se recuerda a algunas personas. Con un cierto espíritu, con un mood, con una forma de ser concretos. Venecia es un alma enferma. La decadencia de sus fachadas comidas por la humedad, del vacío de sus calles en el que el eco de tus propios pasos te persigue, del acqua alta tragándose los bajos y la niebla envolviéndolo todo. El agua, rompiendo contra los embarcaderos, como los suspiros de quien no puede más. Pero ese instante, que significaría que queda poco en los demás, puede que en Venecia sea eterno. Con la ciudad agoniza lo que hay en ella: locales, negocios, comercios, sólo subsisten donde la marabunta se agolpa, dejando tras su marcha un reguero de ratas detrás. Sus habitantes han de arrojarse al exilio y los que resisten en la isla lo hacen de capa caída. Y así encontramos a nuestro protagonista, un hombre veneciano, con una enfermedad terminal. Berto va construyendo en su historia una analogía entre los síntomas de la ciudad y los del protagonista. Este protagonista, del que no sabemos su nombre, hace volver a la ciudad a su viejo gran amor, un amor tortuoso y pasional, como solo puede ser el amor para quienes viven rodeados de muerte. Ella está reticente: porque todavía le quiere, pero sabe que ha sufrido mucho con él; y, por supuesto, no sabe las últimas novedades sobre su vida. Así que nos adentramos en una historia de tiras y aflojas, de orgullos y egos, y muchos reproches, mientras yo solo podía ver a la ciudad detrás, que es igual, que en su orgullo nunca pedirá ayuda ni clemencia. Hasta que llega la noticia, la mala, y los ánimos aflojan, y los sentimientos afloran. En el último adiós, acompañados por un concierto de cámara que lleva como título Anónimo veneciano, se despiden nuestros personajes para siempre, como se despiden para siempre la vida y la muerte en ese instante en el que coinciden. Él, en un último acto egoísta, necesitaba eso para poder marchar tranquilo: el amor –de una mujer, de una ciudad y de la música–. Me he roto en mil pedazos leyendo esto (pese a los no siempre políticamente correctos actos de sus personajes). Eternamente enamorada de la ciudad eterna, ojalá leer siempre me produzca esto. + Leer más |