La historia de amor del señor Gilfil de George Eliot
Las últimas gotas cristalinas de confianza y ternura, pensaba, se habían secado; todo era odio reseco y abrasador. Ya no necesitaba controlar su resentimiento por miedo a ser injusta con él; había jugado con ella, como había dicho Maynard; no había sido considerado con ella, y ahora era vil y cruel. Tenía motivos suficientes para su amargura e ira; no eran tan terribles como le habían parecido.
|