La novena viuda de Geling Yan
Cuando la tropa de la reforma agraria le hablaba de que era libre para enamorarse, ella solía pensar: ¿acaso te puedes oponer al destino? Si el destino decía que por aquí, ¿adónde pretendías ir libremente? El haber conocido al músico y enamorarse de él había sido cosa del destino, y el destino no era algo que se pudiera arreglar libremente, que uno pudiera controlar: si el destino te traía una vida feliz, uno no podía hacer nada; y si te traía la muerte, tampoco podía uno hacer nada.
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