Todas las veces que nos dijimos adiós de G. G. Velasco
[...] como ocurría cuando un artista callejero creaba una pompa de jabón de tamaño XXL y la impulsaba hacia el cielo, sabían también que ni aquellos tonos tornasolados ni aquellas formas bamboleantes durarían más que lo necesario para recordarlas como algo bello. Lo deprimente era que una acababa entendiendo, con el paso de los años, que solo aquellos esquivos instantes merecían la pena y que el resto de acontecimientos aleatorios entre uno y otro constituían el verdadero relleno.
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