Una novela francesa de Frédéric Beigbeder
"No comprendo a esas personas que buscan la fama durante años y cuando la conquistan se quejan. Hay que salir para estar en contacto con la gente, para ver, para escuchar. Un escritor no puede ser un monje. No creo que el escritor tenga que estar metido en casa a las ocho de la tarde para hacer el crucigrama de Le Monde. Que renuncie a vivir para escribir. A Kafka le encantaba divertirse. Hay escritores agonizantes y doloridos, como Flaubert y otros hedonistas hasta el final, como Baudelaire. En el centro estaría Proust, un hombre asiduo de largas fiestas nocturnas y también de encerrarse para escribir. Es mi modelo. Trabajo de día, salgo de noche y duermo poco; pero ir de fiesta no es lo opuesto a hacer un buen libro".
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