La dura leyenda de la soga rota de Franz Werfel
¿Por qué habría de morir ese hombre que, por un milagro cabal, había superado dos aventuras con la muerte e incluso se había levantado de la fosa común con las extremidades intactas? [...] La guerra es la guerra. El que debe morir es el enemigo, el perro rojo, el corruptor del pueblo, que quiere abolir la propiedad y acabar con los señores, las personas de bien. Es únicamente en ese enemigo flojo y blandengue, ese igualador gemebundo, que nada entiende de los peligros de la vida, es únicamente en él quien ha de centrarse el odio. Este hombre es un asesino. Estupendo. ¿Quién de los aquí presentes no lo es? Sin el asesinato no se puede restablecer el viejo orden.
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