Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
El verdadero dominador, al que todo le está permitido, bombardea Tolón, asuela París, olvida a su ejército en Egupto, derrocha medio millón de soldados en la retirada de Moscú y sale del paso con un retruécano en Vilna; y todavía, después de muerto, le levantan estatuas... Según parece, todo le estaba permitido. ¡No; esos seres, por lo visto, no son de carne y hueso, sino de bronce!
|