El abrazo del monstruo de Félix J. Palma
A Rocamora no le gustaban los finales abiertos, los desenlaces evasivos que invitaban a pensar, a seguir reflexionando sobre lo leído una vez devuelto el libro a la estantería. Le parecían un síntoma de falta de inspiración, o de simple pereza por parte de su autor. ¿Tan difícil era ofrecerle una respuesta clara y satisfactoria a quien se había tomado la molestia de leer la historia hasta el final? A Rocamora los finales le gustaban como los casos, cerrados, que pudieran archivarse para siempre y así poder olvidarlos, quitárselos de una vez de la cabeza.
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