Cielos de Córdoba de Federico Falco
Tino dejó la pestaña apoyada en la yema de su dedo índice y la cubrió con la yema del dedo índice de su otra mano. Apretó las dos yemas muy fuerte, cerró los ojos y pidió dos deseos, uno por la mano izquierda y otro por la derecha. Separó los dedos unidos y abrió los ojos. La pestaña había quedado adherida a la yema del dedo de su mano izquierda. Tino sonrió.
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