La Cautiva-El Matadero de Esteban Echeverria
¡Cuántas, cuántas maravillas, sublimes y a par sencillas, sembró la fecunda mano de Dios allí! ¡Cuánto arcano que no es dado al vulgo ver! La humilde yerba, el insecto, la aura aromática y pura; el silencio, el triste aspecto de la grandiosa llanura, el pálido anochecer. |