Ready player one de Ernest Cline
A mí las elecciones no me importaban lo más mínimo; no les veía sentido. Del gran país de antaño en el que yo había nacido sólo quedaba el nombre. No importaba quién lo gobernara. Eran personas que se dedicaban a cambiar de asientos en la cubierta del Titanic, y todo el mundo lo sabía. Además, la gente ya podía votar desde casa, vía Oasis. Las únicas personas que podían salir elegidas eran estrellas de cine, personajes de reality shows o telepredicadores radicales.
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