Olga de papel. El viaje extraordinario de Elisabetta Gnone
Todo el mundo sabía que a Olga le gustaba contar bien sus historias y que, si no, no las contaba. Así que, cuando la joven Tindal comenzaba un nuevo relato, la gente se ponía a escuchar. Puede que fuera por las ansias de conocer de quienes jamás se habían movido del pueblo, o puede que por las cosquillas que cada una de las historias hacía en un rinconcito de la mente.
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