Tarvos: De Tartessos a la Galia de Elisa Rivero Bañuelos
La armoniosa voz de Siseia penetró en la alcoba como un soplo de aire tibio, entrelazándose con las cortinas y los candelabros de plata. Tarareaba la misma canción de siempre, con un tono melancólico que Habis, a sus siete años, no alcanzaba a comprender. La mujer esbozó una sonrisa al encontrar a su hijo jugando con el caballito de bronce que un comerciante griego regalara a su abuelo. Tan ricamente decorada estaba su piel, simulando madera, que acaso contuviera decenas de guerreros en miniatura dentro de su panza.
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