Las brujas de hoy no necesitan escoba para volar de Elisa Mayo
—Estrella… —lo oigo susurrar en mi oído. Subo la mano por encima de mi cabeza y le tapo la boca para que se calle. Si vuelve a decir algo con esa voz ronca, exploto aquí mismo. Me besa los dedos. No, que no haga eso. Quito la mano en un movimiento rápido. No sé cuánto tiempo llevamos así ni cuántas canciones han sonado, pero las mil personas que hay aquí han desaparecido para mí—. Necesito besarte —vuelve a susurrar, una vez lo he liberado de mi mano—. No dejo de pensar en ello desde que te conocí. Si tú también lo has pensado, por favor, date la vuelta —dice, y me aprieta más fuerte entre sus brazos. Dios, ¿le gusto? Y ahora ¿qué? ¿Qué hago? Es mi jefe, no me fastidies. Pero solo es un beso, ¿no? Cierro los ojos con fuerza y me doy la vuelta. Quedo de nuevo frente a él. (…) |