El diablo también se enamora de Eleanor Rigby
Nadie valoraría jamás a un hombre de su categoría por pertenecer a la categoría mencionada, y menos de lo que saliera de sus manos, a no ser que esto fuese dinero —aunque igualmente seguía habiendo elitistas que rechazaban sus billetes «manchados de inmoralidad»—. Tantas veces lo habían reducido, física y psíquicamente, que Sebastian decidió nombrar sus orígenes como escudo, siendo así un arma de doble filo.
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