La tiranía de las moscas de Elaine Vilar Madruga
Esa incertidumbre amaina, sí, con el tiempo, cuando el bebé crece y te retribuye las ojeras, las estrías, las tetas caídas ya sin esperanza, la piel colgante, el desgarro vaginal, los puntos externos e internos, la violencia de los obstetras que metieron mano y arrancaron sangre de tu sangre y carne de tu carne. Todo ese dolor, toda esa agonía acaba, sí, de una vez, cuando tu hijo empieza a sonreír y descubre tus ojos, y te hace sentir importante. Más que eso, te hace sentir que eres, para alguien, la única criatura en la galaxia que se puede homologar con el principio divino, con la teoría de las cuerdas o el big bang.
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