La noche de la Usina de Eduardo Sacheri
Pensar que la gente que uno quiere, la gente que uno necesita es, entre otras cosas, entre otras fragilidades, un corazón que late, cinco litros de sangre que van y vienen, fluidos y neuronas, todo en un equilibrio que se puede romper así de fácil. Tantas cosas que tienen que funcionar bien, o muy bien, o más o menos bien, para que siga la vida.
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