Si hay una temática que me llama automáticamente la atención es la adolescencia: los cambios que se experimentan, el mundo que se descubre, las posibilidades que se abren. Pero precisamente por eso también es una etapa confusa, a ratos llena de angustia vital. Y, por supuesto, es también una edad sumamente infravalorada e incomprendida que como sociedad solemos ignorar o incluso desechar porque lo complejo nos asusta.
Y es que os hablo de esto porque «Ojos de vidrio» toma esta incomprensión y complejidad de la adolescencia y crea un relato que saca a la palestra lo complicado que es ser adolescente. Y todo ello con una buena capa de terror anclada en la dicotomía sobrenatural-locura que tanto me gusta.
«Ojos de vidrio» es una novela corta pero asfixiante. La historia se desarrolla en un pequeño pueblo y toma como protagonista a Alejandra, una adolescente que, además de presentar los cambios típicos (y no siempre agradables) de la edad, arrastra un trauma que su familia se ha empeñado en enterrar.
Este relato de crecimiento con rasgos de terror sobrenatural tiene una historia más bien sencilla pero adictiva. En forma de prosa poética y con una segunda persona que en un principio me resultó desconcertante pero que terminó por gustarme bastante (sobre todo por lo que entraña: ¿quién es la voz que se dirige a nosotros?), el autor nos habla de salud mental, de la presión y las expectativas a las que se ven sometidos los adolescentes, de familias y sus secretos. También nos habla sobre un tipo de miedo casi visceral y profundamente abismal que corroe desde el subconsciente hacia lo manifiesto.
En definitiva: una novela muy entretenida que, aunque me dejó con ganas de más, trata temas que me parecieron interesantísimos.
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