Baba Yagá puso un huevo de Dubravka Ugresic
El hombre ha desarrollado una horrible hambre de vivir. Desde que existe la certeza de que en el cielo no lo espera otra vida, de que los criterios para obtener un visado para el infierno o el paraíso resultan cada vez más dudosos y de que la reencarnación en jabalí o rata no es precisamente un golpe de suerte, el hombre ha decidido aguantar lo máximo posible ahí donde está o, dicho de otra manera, está dispuesto a masticar el chicle de su vida el mayor tiempo posible y a divertirse entretanto haciendo globos.
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