Un domingo en Ville-d´Avray de Dominique Barbéris
Y mientras miraba por la ventana, delante de las camelias al borde de la floración, se apoderó de ella una pena espantosa, una pena que le impedía moverse, que atravesaba el tiempo, que venía, le pareció, de muy lejos, de las horas vacías de la niñez, de una espera que nunca había cesado. Le cortó el aliento hasta tal punto que no podía respirar.
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