Leí este libro hará unos quince años. En aquel momento me gustó mucho. Al ver que lo reeditaba Destino y que yo no lo tenía (supongo que lo cogería en la biblioteca), decidí hacerme con él y releerlo. Ya os adelanto que me ha gustado tanto como la primera vez.
Estamos en San Petersburgo (o Leningrado, como prefiráis, personalmente prefiero la primera denominación, mucho más evocadora) durante la Segunda Guerra Mundial. Los nazis han invadido Rusia y llevan una temporada sitiando San Petersburgo. Los habitantes lo están pasando fatal, sin casi nada que llevarse a la boca.
Uno de ellos es un joven judío de 17 años llamado Lev. Vive solo desde que su padre fue arrestado (y seguramente asesinado) y su madre y hermana pudieron huir antes de que empezara el asedio. Por las noches suele hacer patrullas por la azotea de su edificio junto a otros jóvenes amigos. Una noche ven caer un paracaidista alemán y acuden raudos a ver qué pueden coger. Pero a quien cogen es a Lev, la policía, por saqueador, y le llevan a prisión: una prisión de la que difícilmente se sale. Al poco rato meten con él en la celda a un rubio desertor del ejército llamado Kolya.
Al día siguiente son sacados de la celda y llevados a presencia de un coronel. Éste les cuenta que su hija se va a casar y que quiere hacerle un pastel de boda. Necesita una docena de huevos y les hace una promesa: si en el plazo de una semana, consiguen volver con los huevos, les dejará en libertad. Si no lo consiguen, morirán. Se inicia así un periplo de los dos improvisados compañeros de fatigas, primero por la propia ciudad en busca de huevos. Misión prácticamente imposible, porque en la ciudad falta de todo. Al final tienen que salir de allí e ir campo a través, en busca de alguna granja. Pero en el campo domina el enemigo...
El libro me ha gustado mucho, tanto como en la primera lectura. Me ha parecido muy completo, con muchos puntos de vista y con unos personajes que se hacen realmente de querer.
Empiezo con ellos. Lev y Kolya son antagónicos. Lev es un chico serio, tímido, un poco cobardica. Kolya es el típico chuleta, lleno de encanto, que sabe que con él conquista a todos, hombres y mujeres por igual. Uno retraído, el otro echado "palante"; uno cobarde, el otro insensato; uno serio, el otro un viva la virgen... Pero entre ambos se forma una curiosa amistad en el curso de la cual se van ayudar e incluso salvar la vida.
Me ha gustado también mucho el escenario donde se desarrolla la novela. No es un secreto que me encanta este período de la historia y que suelo leer muchas novelas situadas en la guerra. Pero la mayoría se centran más en el oeste de Europa y, aunque he leído algunas situadas en el frente ruso, no son las más. Así que todo aporte me resulta bastante novedoso.
Nos encontramos en la novela con unos habitantes famélicos, que se tienen que buscar la vida como pueden para meter algo en su estómago. Por ejemplo, pasta rallada de los libros y cosas similares. Refleja perfectamente cómo los más perjudicados siempre en una guerra son siempre los civiles que, gane quien gane, durante ella ellos siempre pierden.
El libro es una curiosa mezcla de estilos. No sabría deciros qué tipo de novela es, pues es muchas novelas en una sola. Es una novela bélica, una novela de aventuras, de acción, de amor, de compañerismo... incluso una comedia. Porque su punto de partida no puede ser más absurdo: ¿cómo puede depender la vida de dos personas de una docena de huevos? ¿Cómo puede alguien pasar por tantas penalidades sólo por conseguir doce huevos? Al mezclar tantos géneros puede gustar a un amplio elenco de lectores.
Una de las cosas que destaca en la novela es su dureza ocasional. Hay escenas realmente duras. Con ello no os quiero asustar, pero sí aviso: algunas de las escenas ponen los pelos de punta.
Conclusión final
"Ciudad de ladrones" es una buena novela, con un argumento y un escenario diferente, dura en ocasiones, con unos protagonistas entrañables y una mezcla de géneros muy atractiva.
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