El morador de Daria Pietrzak
El silencio que habitaba en el lugar la impresionó, no dejaba sitio para ningún sonido propio de un paisaje como aquel y se dio cuenta de que si se quedaba muy quieta podía imaginar que caminaba por un lienzo, en el que las hábiles pinceladas de un artista habían plasmado un mundo rebosante de luz, pero sin vida.
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