Oscura fascinación de Dana Jordan
En un arrebato, aunque él no era hombre de impulsos, la sujetó por los brazos, la alzó en el aire y la sentó en sus rodillas a horcajadas. Ella levantó la vista, sus miradas quedaron enganchadas y sintió cómo su cuerpo se relajaba; la tensión de los últimos días se disipó como una neblina al sol. La aferró por las nalgas para acomodarla y la pegó a él. Entonces, solo tuvo que avanzar hasta que su preciosa boca lo recibió con un apasionado beso y lo hizo temblar de los pies a la cabeza.
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