La nostalgia de la mujer anfibio de Cristina Sánchez-Andrade
Los hombres, y en concreto aquel, que siempre le habían parecido despreciables, ahora le resultaban elegantes y divertidos. Empezó a ver el mundo de otra manera. Más brillante y limpio. Suspiro y no abismo. Por primera vez, reparó en las puestas de sol rosadas, en el sonido del mar, en el tintineo de los cencerros de las vacas y en el olor a hinojo que descendía de los pinares. Y la música, que nunca le había interesado, era ahora una fuente de placer y de entretenimiento. El sexo, un paisaje exuberante por desbrozar con machete.
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