Tal vez mañana de Colleen Hoover
Jamás me había dado cuenta de lo poderoso que puede ser el deseo. Nos va consumiendo por dentro, estimulando nuestros sentidos al máximo. Cuando nos encontramos en ese momento, estimula nuestro sentido de la vista, y lo único que podemos hacer es concentrarnos en la persona que tenemos delante. Estimula también nuestro sentido del olfato y, derepente, percibimos que la otra persona lleva el pelo recién lavado o una camiseta recién sacada de la secadora. Estimula también nuestro sentido del tacto y hace que se nos erice la piel, que notemos un cosquilleo en las yemas de los dedos, que anhelemos que nos toquen. Estimula el sentido del gusto, y derepente nuestros labios se sienten hambrientos y deseosos. Y lo único capaz de satisfacerlos es el alivio que nos produce otra boca en busca de lo mismo.
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