Un lord acomodado de Christine Cross
(…) Victoria, con sus reproches y reprimendas, con sus sonrisas pícaras y sus consejos a veces absurdos, le daba sentido a su existencia. Sabía ya que la amaba, pero no había comprendido que ese amor era todo lo que necesitaba y lo que le había sostenido, día tras día, desde hacía años.
|