La hija del boticario de Charlotte Betts
Parpadeó para quitarse las lágrimas y se rodeó con firmeza la cintura con los brazos. ¡Su hijo le daba a conocer que estaba vivo y coleando! Ese prodigio la pilló totalmente por sorpresa, y la asaltó una repentina sensación de vergüenza por haber intentado negar durante tanto tiempo la existencia misma de ese niño. Era una persona real a medio hacerse, tan real como ella misma, con un alma propia.
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