Todo lo que no te conté de Celeste Ng
Y entonces, como si las lágrimas fueran telescopios, empieza a ver con mayor claridad: los carteles y las fotografías hechos trizas, los montones de libros, la estantería postrada a sus pies. Todo lo que había querido para Lydia y que Lydia nunca había querido pero había aceptado de todas formas. Un escalofrío sordo la recorre. Quizá —y este pensamiento le impide respirar— eso fue lo que terminó por arrastrar a su hija al fondo del lago.
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