En la casa de los sueños de Carmen Maria Machado
La casa de los sueños nunca fue sólo la casa de los sueños. Fue, sucesivamente, un convento lleno de promesas (jardín botánico, vino, una frente a otra escribiendo), un retiro de depravación (follar con la ventana abierta, despertarse con la boca en la boca, el ronco e insistente murmullo de la fantasía), una casa encantada («nada de esto puede estar pasando de veras»), una cárcel («necesito salir, necesito salir») y, por último, una mazmorra de la memoria.
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