Los caminantes: Aeternum de Carlos Sisí
Amaba la lluvia, el olor a mojado, su refrescante y gélida caricia en la piel, tan parecida a una relajante ducha ahora ya prohibida. Cerró los ojos e inspiró el aire húmedo mientras la ropa se le pegaba a la piel, y permaneció así unos segundos, escuchando de fondo el singular repiqueteo de las gotas sobre los barreños de plástico, embriagada por el frío y la frescura que traía el aire...
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