Madrid nos mata de Carlos Salem Sola
El sol invernal de Madrid parece asumir la vocación de primavera que toda ciudad merece y se niega. Si además es domingo, la tibieza y la luz brillan como premios por duplicado. La prisa nunca desaparece del todo de la ciudad, ni siquiera los domingos en el barrio de Chamberi, con sus aceras anchas jalonadas por bancos de los de siempre que ya nunca se ven en otras zonas y árboles con antigüedad suficiente como para dejar en claro que no están allí a causa del fervor fugaz de algún alcalde en busca de votos ecologistas.
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