El pastel de manzana de Nathalie de Carla Montero
(…) alzó los ojos y su mirada se encontró con otra: fuera de lugar, nueva, desconocida, grande y azul, como el azul lavanda de la fachada de madera del Café Patisserie Maison Blanchard, o el de las pequeñas hojas que moteaban su pastel de manzana. Tras el desconcierto inicial, Nathalie recobró la sonrisa. Sin embargo aquel hombre (aunque de haberse fijado mejor Nathalie habría concluido que no se trataba más que de un muchacho), un hombre fuera de lugar, nuevo y desconocido, no se la devolvió. Muy al contrario, escondió la mirada y se marchó calle abajo con la cabeza gacha bajo la gorra y las manos metidas en los bolsillos.
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