No queda nadie de Brais Lamela
Se me ocurre que tiene que haber alguna semejanza entre un alquiler que sube lenta e implacablemente y un pueblo anegado por un embalse: el agua va subiendo poco a poco y uno cree que aguantará, que basta con hacer algún pequeño ajuste, hasta que ya le da por las canillas, ya alcanza todos los recovecos y, de repente, uno tiene que levantar bien alta la cabeza para poder seguir respirando.
|