No queda nadie de Brais Lamela
Los informes de los funcionarios de la dictadura celebran este momento primigenio de cación: rehacer el mundo, parir un pueblo. La propia fición de la colonización empieza por la construcción de la nada. Muchos de los colonos son, ya se sabe, gente de ninguna parte: campesinos sin posesiones; nativos de un pueblo que ya no existe, sumergido en el agua. Conforme bajan de los camiones, entre colchones viejos y jaulas repletas de gallinas y cerdos, se encuentran frente a un paisaje de casas nuevas sobre la planicie, acechadas por terrenos indómitos. Son los primeros pobladores, los encargados de reconstruir el mundo, como Noé después del diluvio.
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