Obra Completa. 1935-1977 de Blas de Otero
Ergo sum A los cincuenta y dos años sigo pensando lo mismo que a los siete. Que las nubes son grandes, los monopolios enormes, los vietnamitas chiquitos e invencibles. A los cincuenta y dos años sigo pensando lo mismo que Carlos Marx, con la única diferencia de que le copio un poco pero lo digo más bonito. A los cincuenta y dos años, me planto en medio de los hombres y les espeto que me engañaron a los siete años, a los diecisiete y casi a los veintisiete. A los cincuenta y dos años, escribo y no escarmiento y me dedico exclusivamente a pasear, a leer, a trasladar maletas de un país a otro, y a conspirar. (Esto lo digo para confundir a la policía.) A los cincuenta y dos años sigo enamorado de Carmencita, de Merche, de Carmela y de la Niña de los Peines. A los cincuenta y dos años, Málaga. Y escribo como un autómata, corrijo como un robot, y publico lo que pienso (es un decir). A los cincuenta y dos años, ni tengo bicicleta, ni televisor, ni ganas de dormir, ni cuenta vulgar y corriente. A los cincuenta y dos años, chufas. A los cincuenta y dos años, escucho el agua de los montes, el fuego de los campos y el ruido de las batallas. Y sigo pidiendo la paz y, de momento, me la conceden en parte; y la palabra, y me mutilan la lengua. A los cincuenta y dos años, los caramelos son de más vivos colores y la bandera, más desteñida. Y me dedico fundamentalmente a silbar, a deambular y a pensar que existo puesto que pienso que existo. De: Hojas de Madrid con La galerna, 1968-1977 |