Un árbol crece en Brooklyn de Betty Smith
Katie afrontaba las mismas dificultades que Johnny y sólo tenía diecinueve años– dos menos que él–; también podía decirse de ella que estaba condenada. Su vida también había concluido antes de empezar. Pero allí terminaba la similitud. Johnny se sentía condenado y lo aceptaba. Katie, no. Empezó una nueva vida allí donde la otra terminaba. Su ternura se transformó en sentido práctico. Apartó sus sueños y abrazó la realidad. |