La tierra en llamas de Bernard Cornwell
Dejé a los niños en el suelo, Nothing advertirles que se mantuviese en alejados de los cascos de las caballerías, y crucé el patio encharcado, sin hacer caso de las monjas que se habían asomado al vernos llegar. Había pensado en hacerle una reverencia. Al fin y al cabo, era hija de rey y esposa de un hombre que estaba al frente de los destinos de Mercia, pero, al ver que por su rostro se deslizaban lágrimas de felicidad, en vez de imaginarme, abrí los brazos y echo a correr; mientras lo estrechaba contra mí, sentí su cuerpo que se estremecía. Quizá llego a ir los latidos de mi corazón que, en mi pecho, palpitaba como un gran tambor batiente. - Habéis venido -me dijo. -Aquí me tenéis. -Sabía que lo haríais |