Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Poco a poco iba cayendo el chal de los hombros de las mujeres hermosas, porque la sociedad se empeñaba en parecer grave, y para ser grave, nada mejor que envolverse en tintas de tristeza. Estamos bajo la influencia del norte de Europa, y ese maldito norte nos impone los grises que toma de su ahumado cielo (…) Los tonos vivos las encanallan, porque el pueblo ama el rojo bermellón, el amarillo tila, el cadmio y el verde forraje; y está arraigado en la plebe el sentimiento del color, que la seriedad no ha podido establecer su imperio sino transigiendo.
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