Beethoven de Ates Orga
No fue un placer, ya que, en primer lugar, el piano estaba muy desafinado, de lo que Beethoven se preocupó poco, dado que no lo oía; y segundo, a causa de su sordera no quedaba apenas nada de la virtuosidad del artista que había sido anteriormente tan admirado. En los pasajes forte el pobre sordo golpeaba con tanta fuerza las teclas que las cuerdas sonaban de manera discordante y en los pasajes piano tocaba tan suavemente que grupos enteros de notas no se oían, por lo que la música resultaba ininteligible a menos que uno pudiera leer la partitura del piano. Yo me entristecí profundamente por ese destino tan duro. Si para cualquiera es una gran desgracia ser sordo, ¿cómo puede un músico soportarlo sin ceder paso a la desesperación? La melancolía permanente de Beethoven ya no fue más un enigma para mi.
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