La sombra del águila de Arturo Pérez-Reverte
Entonces Peláez solucionó la papeleta yéndose derecho a Dufour y alumbrándole la sesera sin decir esta boca es mía, y al coronel se le quitaron las dudas de golpe. Y es que no hay nada como un pistoletazo a bocajarro en el momento oportuno.
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