Neimhaim. El azor y los cuervos de Aranzazu Serrano Lorenzo
Se adelantó y cerró los ojos, antes la mirada atónica de cuantos los rodeaban. En los dos sangres había una rendida admiración. Por un instante se hizo el silencio. De pronto el aire se volvió pesado como el plomo. Dharia sintió que su piel se erizaba, la energía liberada por Soren era ingente. Solo Even trató de deternerle. —Soren, ¿qué estás haicendo? ¡No, no lo hagas! Ignorando al que fuera mano derecha de su mentor, Soren desplegó todo su poder, y lo hizo de una forma salvaje, terrible como el torrente de una presa que se ha roto y que arrastra todo a su paso. Podría haber desatado una tempestad, notó Dharia, tan feroz como las que hundían los mejores navíos en alta mar. Pero en lugar de verter agua, hizo todo lo contrario: extrajo hasta la última gota de humedad de aquellos a los que se enfrentaba. |