La pequeña librería de los corazones solitarios de Annie Darling
No tenía sentido explicarle a Sebastian lo mágico que era abrir un libro nuevo y aspirar ese maravilloso olor tan característico. Hablarle del olor casi terroso y… sí, polvoriento, de los libros antiguos. De la sensación reconfortante de notar el peso de una novela sobre el regazo, o de dejar que las páginas se humedezcan y ricen un tanto cuando lees en la bañera.
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