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El descenso de Anna Kavan
Qué difícil es sentarse en casa sin nada más que hacer que esperar. Esperar, simplemente esperar, carente incluso de la última y piadosa privación de toda esperanza. A veces pienso que algún tribunal secreto ha debido juzgarme y condenarme, sin escucharme siquiera, a esta opresiva condena. |